Saludos para todos los carpetanos de Carabanchel

El geógrafo griego Estrabón denominó a las tribus celtas que hace 2000 años vivían en Madrid como Karpetanoi.

Ahora los nuevos carpetanos de Carabanchel nos aproximamos a la lengua y a la cultura de la antigua Grecia.

En la imagen superior izquierda vemos el único objeto de cerámica griega encontrado en la Comunidad de Madrid (apareció en el poblado carpetano de La Gavia, a sólo 9 km. de la Puerta del Sol), del siglo III a.C.

lunes, 26 de mayo de 2014

La copa de Aison (1º Griego)

COMENTARIO SOBRE LA COPA DE AISON


Hacia el 420 a.C. un artista ático, Aison, decoró una copa de gran tamaño con las hazañas del héroe Teseo. Esta copa, una de las piezas más excepcionales que componen la colección de vasos griegos del Museo Arqueológico Nacional, nos introduce en un ambiente histórico y artístico, en un universo mítico y religioso, innovador y a la vez respetuoso de la tradición, enormemente rico y sugerente.  Atenas  vive el momento inmediatamente posterior al gobierno de Pericles, pero también la Atenas que sufre las primeras consecuencias de la Guerra del Peloponeso.
El tema unitario de la copa es el de las hazañas de Teseo, la exaltación del gran héroe ateniense, educado en la palestra y en las virtudes de la democracia, prototipo de paideia —de la educación— del joven ateniense de época clásica. También es un héroe liberador de la colectividad y del individuo, un invicto pacificador de los caminos y, finalmente, del acceso al reino del laberinto, donde acecha la muerte, el lugar del que nunca se retorna. El mito, que ha sufrido una continua manipulación política desde la época de la tiranía, se utiliza ahora, en los momentos finales del esplendor del imperio ateniense, para acentuar la función modélica e imperialista de Atenas.
            En el medallón central de la copa aparece el triunfo de Teseo sobre el Minotauro. Es el medallón el lugar más importante del vaso, pues actúa al modo de una conclusión. Aparece aquí Teseo exaltado visualmente por el pintor y resaltado iconológicamente en su función de salvador. Hay una alta dosis de teatralidad en este Teseo que surge, como en una aparición, del interior del laberinto para mostrarnos su hazaña. No le basta con haber dado muerte al monstruo: es preciso salir y enseñárselo a los hombres.
Se ha sugerido que el edificio porticado que simboliza el palacio de Minos puede reflejar el espíritu constructivo — ahora con el predominio cada vez mayor del orden jónico — que vive la Atenas postpericlea. Pero si no se pueden negar estos influjos, debe en cambio quedar claro que el pintor opera libremente sin que en ningún momento le condicione un modelo estrictamente real que aquí se copie. Los tres escalones, que deberían corresponder a la plataforma del templo aparecen paradójicamente detrás, como escalones del palacio. El pintor lo modifica para indicarnos el camino hacia el fondo y para acentuarnos la profundidad visual.
La atenta presencia de Atenea —con un casco de piel de escamas, y una coraza como la égida, la piel de cabra con serpientes— se adecúa bien al contemporáneo pensamiento clásico de la pólis ateniense. Su callada función de testigo en el momento decisivo alude al diálogo de los dioses y la ciudad, especialmente armónico en nuestro caso con el ambiente espiritual de los años en torno a la Paz de Nicias, y subraya el valor de Teseo como estricto cumplidor de los nómoi, de los deberes para con los dioses y para con los conciudadanos.
             Tal vez es éste, en definitiva, el último mensaje moralizante del medallón de la copa de Aison, la exaltación visual de un héroe modelo para el ciudadano que recibe el reconocimiento final, tras la culminación de sus hazañas, de la misma diosa que da nombre a la pólis ática, Atenea.

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